por: Laureano Suárez del Canto
Hay una justicia, la hay. Unos la llamarán “divina”, otros, “cósmica”, otros tal vez, humana y otros simplemente aleatoria, o sea, como la intermitencia, ahora la hay, ahora no. Lo único que no tiene justicia es el golf.
No es justo que mis compañeros, Txiky, Marcial y Kike hayan tenido que sufrirme, no ya durante todo el recorrido, sino antes del recorrido. Este carcamal empujateclas se fió de su inigualable talento de rastreador Cheroqui para perderse en la AP 61 y la N 603. Se “fumó” el primer hoyo, el 6, con la misma elegancia que el inefable “Fabiolo”, aunque fuera sin boquilla, o sea, a pelo. Solo le faltó el monóculo para que el ridículo luciera en todo su esplendor.
Luego, tras el acto de contricción y las pertinentes disculpas, el partido fluyó sin más incidencias que los consabidos “rabazos”, los improperios propios de nuestro pardo talento enciclopédico, y la alegría de algún que otro doble bogey que se presumía cuádruple. Seguro que lo entendeis.
Los cierto es que este cronista, optimista por naturaleza a pesar de los palos que le vida le ha atizado y que lo han dejado en los huesos, pasó mucho frío por los andurriales que siguen al hoyo 11. Tuvo la compensación de ser acompañado por la siempre jovial, optimista y zurdísima jugadora que, a pesar de llevar nombre de reina, ella en su modestia se hace llamar Txiki, cuando todos sabemos lo grande que ella es, dicho sea entre innumerable comillas, para que se entienda bien que nada tiene que ver la “grandeza” con la altura, ni con cualquier otro elemento corporal por muy hermoso y evidente que éste sea.
Pues bien, frío, un poco de agua, catorce palos, dieciocho hoyos y buena compañía,¿qué más puede pedir un forrabolas? Misericordia. Y un poco más de suerte en los puts. Porque talento no hay y entrenamiento, tampoco, para que nos vamos a engañar. Y con esos elementos transcurrió la mañana que se pronosticaba acuosa y se quedó en húmeda y salpicadita.
Finalmente, Juanito Herreros, vecino de la Granja y habilidoso pegador, se llevó los laureles con 33 meritorios puntos, igual que el televisivo y angélico Roríguez Berriguete, que le fue a la zaga por mor del caprichoso “handicap”. Afanáronse con más ahínco que fortuna, tanto Antonio Luis Serrano como don Carlos López pero el golf, que es muy suyo, no les concedió los dos puntos con los que hubieran igualado a los de cabeza.
¿Es injusto el golf? Lo es. Decidme sino porqué me condena siempre a esa malhadada posición décimotercera que me obliga a ser el sempiterno “empujateclas” cuando mi destino hubiera sido ser figura del micrófono y no de la tecla. Tened en cuenta que la lengua es más fácil de manejar que un teclado, no hay que poner tildes, ni diéresis ni siquiera paréntesis y las comillas se dibujan en el aire con el índice y el corazón sin apenas esfuerzo. Y los que somos de naturaleza vagonetas, preferimos una buena parrafada a unos cuantos párrafos que pueden ser garrafales, como calificaba mi profe de latín mis expresiones en la lengua de los romanos.
Hic pax y postea, gloria.