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- 10
- 04
- 2017
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Cabanillas
Llegar a Cabanillas
por: Javier Barabino
Pues eso, lo que dice el titular, “Llegar a Cabanillas” es toda una odisea para los que vivimos al otro lado de Madrid. Levantarse sobre las 6,45, un desayuno rápido y a las 7,00 en camino hacia la A6. Siempre se espera que ese día no sea uno más (largos atascos hasta llegar a la M40) pero no, es exactamente igual. Cuando intentas entrar en la citada M40, más de lo mismo un atasco impresionante hasta pasada la salida de la A1. A todo esto ha pasado más de una hora intentando llegar a la R2. Por fin la alcanzo y empieza el largo peregrinaje de parar en los peajes. ¿Por qué hay que parar cuatro veces si no me salgo de la R2? Otro de los misterios sin resolver. Animado ante la despejada autopista, al fin, pongo rumbo a Cabanillas. En el pueblo, como siempre, me equivoco de camino y tengo que dar la vuelta hasta dar con el campo de golf. Una mañana fresquita y despejada me recibe antes de que Carlos Sánchez Alcaraz me salude de verdad a las 9,00. Amigos que hacía tiempo no veía y camino del hoyo 2 que es el que nos ha tocado. Buena compañía con Javier Gutiérrez y Carlos Sánchez Alcaraz. Lanzan el cohete… y a por ellos (los hoyos, se entiende) Y después… espera, espera, espera… ¿Pero qué pasa nos preguntábamos tee tras tee? Diecisiete hoyos esperando para poder salir. El campo un atasco monumental, vaya igual que mi camino hasta llegar allí. ¡Qué mañana! Para acabar con la paciencia de cualquiera. Más de cinco horas y media nos llevó terminar el difícil recorrido de Cabanillas. Nos consolábamos tomando una cerveza en el bar cuando veíamos, pasado bastante tiempo, que aún llegaba gente a entregar sus tarjetas. Es urgente tomar decisiones respecto al juego lento. Es imposible hacer recorridos medianamente aceptables con este insufrible juego lento que nos asola. No se respetan las reglas para acabar con el juego lento. La búsqueda de bolas termina a los cinco minutos. Hay que jugar una bola provisional si se piensa que la anterior puede haberse perdido. Dar paso cuando se ha perdido hoyo. Levantar bola cuando ya no se puntúa, si no se pone remedio terminaremos por aburrirnos de este maravilloso juego.