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Crónicas

    • 07
    • 02
    • 2015
  • Crónicas

    Saludos desde Tashkent

por: Juan Mora

Madrid amaneció con el cielo incierto. Los hombres del tiempo, siempre tan agoreros, anunciaban lo peor. Lluvias, tormentas, un tornado en Huelva… Por el Centro Nacional de Golf fuimos apareciendo los jugadores, hasta 30 (¡un éxito, para que luego maldigan el campo!), bien pertrechados. Gorros de agua, chubasqueros, plásticos, paraguas… Todo fue bien paseado… y oreado. Ni una gota.

Hecha la introducción, vaya un saludo recibido desde Tashkent mientras jugábamos por parte de Marisa Perales, pertinaz jugadora que en esta ocasión no pudo acompañarnos por encontrarse de compras en Uzbekistán, pues ahora anda metida en negocios de la seda. Uzbekistán, para quien no lo sepa, está a 5.948 kilómetros de distancia de Madrid, y se llega tras volar por encima de Italia, Grecia, Turquía, Irán, Irak y Afganistán. (¡Madre mía, ya es valiente la Marisa!) Por cierto, hay vuelo directo desde Madrid, lo cual será materia a investigar, porque ya es raro, y Marisa ha prometido traernos regalitos a todos, que repartirá en el próximo torneo, en La Almarza.

Dicho saludo fue lo más curioso sucedido en el torneo, pues, que se sepa, ningún jugador metió la bola en el bolsillo del pantalón de ningún
espectador, como hiciera McIlroy en Atlanta, ni ningún otro la hizo caer sobre el brillante del anillo de alguna dama, caso de Sergio García en Akron.

Lo que pasó en el torneo fue más o menos lo de siempre: que ganan los buenos. Buenos en esta ocasión sobre todos los demás, Miguel Murcia, hándicap 11 (39 puntos en stableford) y Alfonso Lacasa, hándicap 4,4 (30 puntos en scratch).

Curiosidades: sólo dos jugadores bajaron de hándicap, Miguel Murcia, de 11 a 10,4, y José María Izquierdo (37 puntos en stableford y 19 en scratch), de 19,8 a 19,4. Diez se quedaron como estaban (¡Enhorabuena!), y el resto, a sumar una decimita (o dos).

Como no tuve la ocasión de compartir campo con todos, me remito a lo que vi, que es extensivo a todos. Tuve la fortuna de jugar con Elena Jiménez, Paco Domenech y Juan Asenjo. Los dos primeros aún trabajan, y responsables ellos, llevaban el teléfono abierto. Una vez más se demostró la incompatibilidad del golf con el trabajo. Elena, que es buenísima y tiene unas cuantas victorias en su haber
(la última, creo, en el Club de Campo), pagó caro recibir noticias de que no tenía hotel en León y de que su hija había tenido un golpe en el colegio (¡como para salir corriendo!). Paco, otro tanto de lo mismo. Llamada que recibía, raya que te criaba. Juan Asenjo, en cambio, a lo suyo como buen jubilado. Tercero y ¡36 puntos! tras una primera vuelta primorosa: 22 puntos.

Quede esta crónica como constancia de lo sucedido en ausencia de nuestro presidente Pepe Sanjurjo, viajero como Marisa, aunque por motivos más acordes con su puesto: jugaba al golf en Málaga. ¡Aún hay clases! Pero a nosotros, que nos quiten lo bailao. Pasamos un día espléndido. Y los hombres del tiempo, que se fastidien. ¡No acertaron!