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Crónicas

    • 07
    • 07
    • 2015
  • Golfistas por el mundo

    White Pines GC - Chicago

por: Javier Barabino

En una reciente visita a Chicago tuve la oportunidad de visitar algún que otro campo de golf, aunque sólo jugué, por diferentes compromisos, uno de ellos: White Pines.

Lo primero que uno ve al llegar al aeropuerto de Chicago es el impresionante skyline que se divisa desde cualquier parte fuera de la ciudad. Y lo segundo es que todo Chicago y sus alrededores es un inmenso campo de golf.  Y digo esto porque es absolutamente verde (en esta época del año claro, cuando han desaparecido las nieves que lo cubren todo el invierno) el paisaje que uno va descubriendo según recorre kilómetros en sus carreteras (impresionante que no haya ni una sola rotonda) es un inmenso parque verde perfectamente cortado. No solamente sus parques, que los hay, y muy grandes, si no en las praderas que bordean las carreteras y en las que, sin tardar mucho, te puedes encontrar cruzando venados, patos y toda clase de fauna local.

Antes de llegar al campo, un desayuno de carretera típicamente americano. Café en abundancia, un plato con cuatro huevos, bacon y una masa de patata rallada frita. Una torre de tortitas con cuatro o cinco mermeladas distintas.

La primera sorpresa al llegar a White Pines, próximo a Medinah, sede de la Ryder Cup en 2012 y que no pude jugar por ser exclusivamente para socios, es que nadie me pide licencia, hándicap, ni ninguna cosa que se le parezca. En EEUU no es necesario nada de eso con el ahorro que supone no tener que pagar a federación y demás. Para actualizaciones de hándicap basta con dejar la tarjeta y el campo se encarga de mandarla. Cada diez tarjetas aproximadamente se actualiza el hándicap. Lo único que piden es pagar el greenfee, por cierto no sé cuánto cuesta jugar porque mi amigo y guía en estas lides, Víctor, que es mexico-americano y ya lleva residiendo aquí cerca de 40 años, me invitó sin posibilidad de poder pagar. Lo solucionó con una broma que le hizo a la chica que estaba en la casa club, diciendo que los españoles no pagaban en EEUU cuando jugaban al golf, ¡gracias Víctor!

White Pines tiene dos campos de 18 hoyos, cosa bastante común por estos lares. En esta ocasión jugué el campo Este. Es un recorrido muy llano, con apenas desniveles aunque con dificultades añadidas como el rough, el agua o la distancia. Se hace muy cómodo de jugar pero exige ir recto, cosa que a mí me supone un problema, ja, ja ja.

Otra cosa que me sorprendió de jugar allí, en la calle paralela al hoyo que estábamos jugando, fue oír música proveniente de un buggie que venía en sentido contrario. Música a buen volumen, que acompañaba el juego (tan regular como el mío) de un par de jugadores que iban disfrutando no sólo de su swing, sino también del que les daba Guess Who y su American Woman, que era lo que iban (íbamos) escuchando.

Ir en buggie ayudó bastante a soportar el calor y la humedad que, a medida que iban pasando las horas, hacían mella en el juego y en el físico. En definitiva, una estupenda jornada de golf en compañía de Víctor, en un gran campo y asequible de jugar para todo el mundo, aunque con inciertos resultados con toda seguridad. Apenas le pude sacar tres pares y, eso sí, el agua se quedó con alguna que otra bola que decidió, ante el calor reinante, darse un chapuzón.

Me dio tiempo una noche a visitar el casino de la ciudad, Elgin, que estaba a unos 40 kilómetros de Chicago. Por supuesto agradeciendo la hospitalidad americana conmigo, dejé unos cuantos dólares en la ruleta. El Casino es una construcción a modo de barco del Mississippi en el rio que cruza la ciudad. Parece ser que no pueden estar en tierra firme, de ahí que se construya en el agua.

Acompaño unas cuantas fotos del recorrido para que os hagáis una idea de lo que uno puede esperar de este White Pines en EEUU. ¡Qué lástima no poder disfrutar de Medinah! ¡La próxima vez que vaya tendré que hacerme socio, aunque para ello tenga que pedir prestado a todos mis amigos, y aun así no sé si llegará para pagar la cuota de entrada!