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- 26
- 06
- 2015
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Los Angeles de San Rafael
Tarde y mal pero, sí se puede
por: Laureano Suárez
Esta crónica llega tarde. Soy culpable, es cierto y por ello
pido disculpas. Esto de no trabajar es un trabajo tremendo, uno no tiene tiempo
para casi nada. El ociar es terriblemente estresante, ¡hay tantas cosas que
hacer! De todos modos escribo esta urgente crónica desde la verde (y húmeda)
Asturias, bajo un cielo plomizo tal vez pariente lejano del que nos recibió en
LASR (Los Ángeles de San Rafael para los no criptólogos).
Lo cierto es que la jornada se prometía feliz. Amanecí
pronto sin necesidad de despertador. Esa mañana ni gallos ni campanas, sólo el
reloj interno que llama al golf igual que a maitines. Hacía sol y la
temperatura exterior invitaba al optimismo. Así que ya a bordo del buga, la
carretera se hacía camino de rosas hacía el tee del uno. Pero, ¡ay amigo!, a la
altura de Villalba la sierra se adornó con una boina, en un fenómeno
meteorológico que se conoce como subsidencia, cuando las nubes no se conforman
con asomarse a otear el horizonte sino que se anima a rodar ladera abajo.
Así que pienso,
¡tate!, hoy toca niebla. Tal cual, al otro lado del túnel, el merengue. Así que
llegado al club me encuentro a un intrépido grupo de colegas de tertulia
matutina. Alguno de ellos en calzón corto y Lola ¡en piernas! con siete
escuálidos grados en el termómetro (Iba a decir “mercurio” en plan poético pero
caigo en la cuenta de que ya no se usa por contaminante).
Así que, medio ateridos, inocentemente pregunto ¿por qué no
estáis tomando un café calentito? Risas de condescendencia: porque, guapín, no
abren el club hasta las nueve y son las ocho y media. ¡Cáspita!, hube de decir,
pero, para ser sincero no lo dije a riesgo de ser corrido a gorrazos por cursi.
En realidad pensé, ¡joder, vaya huevos! (con perdón), pero, es que, compañeros
¡¡que huevos!! ¿o no?
Siempre queda la tertulia. Chanzas, risas, dimes, diretes y
todo lo que se te ocurra para pasar el tiempo. Mientras, van llegando más
colegas y, por fin, algún empleado que promete llegar a la cafetera sin que se
nos hayan congelado los menudillos. A partir de ese momento empezamos a
movernos. Tarjetas, pagar, tomar café y ¡hala!, al tee. A mí me toca el tres
con un veterano, Fabián, presidente del club de golf de RTVE, y un muchacho
joven apellidado Villanueva, si mal no recuerdo. Dos excelentes compis para un
día de golf estupendo porque, a partir de las nueve, la niebla hizo ¡fu! como
los gatos y el día, como todo el mundo pudo ver, dio paso a una mañana
radiante.
De golf, qué os voy a contar. Yo, como siempre: un golpe
bueno, dos rabazos; un golpe potable, tres rabazos; un golpe malo, cuatro
rabazos. Un recorrido, el de LASR, que podríamos calificar de caprino en la
edad adulta. Sí, cuando me pongo fino, también sé. Lo cierto es que, a pesar
del frío mañanero, la torpeza del cronista y las dificultades del recorrido, el
19 me compensó de todo. Nadie crea que lo del recorrido es filfa. Un ejemplo
claro: en uno de los hoyos (perdí la cuenta), uno en el que sales sobre el
agua, no el que la caída es ciega y hay una barra indicando la dirección, otro.
Este es uno que está después de un par tres. Pues bien, salida muy potable al
centro de calle, segundo golpe con híbrido, yo diría que perfecto, aunque sea
mucho decir, y catacrac, golpe contra una peña que, desde el lugar desde el que
se golpea no se ve, y 30
metros para atrás. Es lo que se llama un recorrido
“amable”. Lo dicho, el 19, una maravilla.
Final feliz, eso sí. La gente llegaba animosa. No es que su
tarjeta fuera un dechado de perfección ¡ca!, que muchos hicieron lo que yo
mismo y alguno (no me gusta señalar) incluso peor, sino que todos venían
pensando en ese pequeño cochino que en esta plaza arranca un, ¡torero, torero!
dedicado, no al cochino, sino al que enarbola el plato para hacer las raciones,
ese pedazo de chef, Lali, que, además de romper platos, juega al golf el muy…
iba a decir.
Resumiendo, compañeros, esto del golf no tiene remedio,
hemos de reconocerlo, es una adicción como otra cualquiera. Bueno, no, mejor
que otra cualquiera porque, hasta donde se me alcanza, es compatible con todas
las demás. Aunque alguno me dirá que después de 18 hoyos a ver quien es el guapo… Animo compañeros, si
podemos con el 19, cómo no vamos a poder con el siguiente. Así sea.