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Crónicas

    • 14
    • 05
    • 2018
  • Palomarejos Golf

    La primavera, las flores… ¡cagonmimanto!

por: Laureano Suárez

¿Qué bonita la primavera, las flores…!


¿Y el golf?


¿El golf? ¿Qué golf? Ah, sí, eso de empujar una pelotina hasta un furaco, perdón, digo… hoyo, o agujero. Sí, ya sé de que me hablas. El golf, bien, gracias, en casa, descansando de los rigores del invierno.


Porque sí, amigos, el día, espectacular; la gente, estupenda; por fin aquello parecía un auténtico campeonato, gente más que en la guerra, café para los madrugadores, prisas para los perezosos y una cola digna de mejor causa para conseguir la tarjeta.


El campo, como siempre que lo he visitado, bien. Cierto que deberían vigilar más la concordancia del putting green y los greenes propiamente dichos, porque el primero, doy fe, estaba rápido y los greenes,  remolones. Pero… bien. Y, sorpresa, nueva Casa Club, que, como no frecuento la zona, desconocía por completo. Buena pinta con un vestuario de los Hermanos Marx que ya me explicaron que es provisional. Menos mal, porque sino la convivencia iba a ser demasiado íntima allí dentro.


Y si hay que hablar de golf, que os voy a decir... Que me apetece más maldecir en bable para que no se me entienda del todo, cagonmimanto

Por un lado, contentín, porque mi errático drive -slice, slice, slice, durante un año- parece haber vuelto a la línea recta. Eso, prestome (me gustó, para los de la ESO). La compañía, de lujo: Armenteros, Navío y González. Éste último un rapaz que no conocía pero que, excepto la visita a la selva en el 18, juega estupendamente. De los otros dos ya tenéis noticia. 

Navío, en plan capitán, comandando la tropa timoneando con su drive poderoso. Jorge, siempre risueño, se nos vino abajo en los últimos hoyos. No me extraña, con un café en el cuerpo por todo sustento no hay quien aguante cuatro horas y tres cuartos.


El guaje, Valentín dixit, contentín c’ol palu llargu pero extraviadín con los fierros. ¿Entendéislo? Además, demasiado bunker para un día y demasiada poca arena en las trampas. Más que sacadas, pedradas diría yo. Aquello rebotaba como un tambor. Pero no busquemos más disculpas. La crónica lo dice todo, decimotercero, ¡que bochorno, papi!


Menos más que hubo sol, calorcito, buen humor y hasta risas, que, al final, es lo que cuenta. Mirándolo bien, esto de quedar en el de la rima procaz, tiene sus ventajas. Si estás mal con el palo, tienes la pluma que, bien empleada, también puede ser un buen palo, aunque sea en tu propia cabeza.


Y qué voy a decir de los campeones. Carlos en su línea, esto del golf p’a él ye ná, dai p’alante y ¡un paxarín tras otru! Y Domenech haciendo de los suyas. Él se esconde detrás del cigarro, sale de la cortina de humo y ¡pin par! otros tres puntos p’a la buchaca, suma y sigue. ¡Ay, compañerín! Hubiérate querido yo así de talentosu en Italia, qué buena falta nos fizo. Pero en aquella ocasión, como en ésta, tu a triunfar y yo a reíme de mi mismu, que ye lo que me queda si nun quieru enlloquecer co’l palu n’es manes. Valíame más garrar el de la guadaña y dir a segar p’a les vaques. Elles si que me miren con buenos ojos, amiguinos.